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PRINCIPALES VICTORIAS

  • Tour de Francia: 1913, 1914, 1920 - 13 etapas
  • Giro de Lombardía: 1917
  • París-Tours: 1917

PHILIPPE THYS (1889-1971)

  •    Hijo de atleta pedestre, inicialmente sigue el ejemplo paterno, imponiéndose en varias pruebas de jóvenes talentos. Sin embargo lo que le atrae realmente es la bicicleta. Con dieciséis años un amigo carnicero le presta una bicicleta de mujer. Se entrena sobre esta máquina de 16 kilogramos y meses después disputa en Bruselas una carrera con hándicap, donde se impone. Uno de sus vecinos, un mecánico, se interesa por este logro y le regala una bicicleta de competición. El éxito empieza a acompañarle y da el salto a la categoría amateur, donde disputa numerosas pruebas en compañía de los fenómenos belgas del momento: Coeckelbergh, Deullens, Kranskens…

     

       Con 17 años se afilia a la Unión Belga de Sociedades de deportes atléticos y participa en el Tour de Bélgica, clasificándose octavo. Se impone en varias pruebas secundarias y compagina el ciclismo de ruta con el de pista durante esos primeros años. En 1911 participa en pruebas francesas, donde, como independiente, obtiene buenos resultados. Thys recuerda esos momentos: “Sí, una de esas carreras que yo siempre he considerado como mi carrera más dura, es la París-Toulouse, con 365 kilómetros. Era la primera vez que participaba en una carrera tan larga y yo no quería solamente terminar, me había propuesto ganarla, y lo que entra en mi cabezota no sale fácilmente. La gané, ¡pero al precio de qué esfuerzos! Tuve que apelar a todas mis reservas de energía y de voluntad. También me dio muchas satisfacciones el Tour de Francia de independientes que gané siendo el único belga de la prueba, ¡a pesar de tener 39 pinchazos!"

     

       Finalmente pasa a profesionales en 1912. Se clasifica sexto en el Tour de Francia y sufre diversos accidentes que le merman notablemente. Durante ese Tour Thys vive uno de sus peores días sobre la bicicleta:  “En la etapa Luchon-Bayonne, en 1912, sufrí muchísimo, pero esta vez a causa del frío. Era un frío tan glacial que los comisarios, helados a pesar de sus cálidas ropas y de estar dentro de sus coches, tuvieron que pararse a calentarse en unos braseros. ¡Mis dientes castañean sólo con recordarlo!"

     

       En 1913 una grave caída en la París-Roubaix le obliga a permanecer en cama durante varias semanas. Sin embargo se recupera a tiempo para participar en el Tour de Francia. Sin grandes contratiempos durante las primeras etapas, Thys se va colocando en las posiciones privilegiadas de la clasificación general. Gana la sexta etapa y finalmente la lucha se entabla exclusivamente entre él y Petit-Breton. En la última etapa la bicicleta de Petit-Breton se rompe y Thys gana su primer Tour de Francia con ocho minutos de ventaja sobre Gustave Garrigou. Thys declara que “yo sólo tengo una manera de correr, una táctica, y no hago de ella ningún misterio, la doy a conocer voluntariamente para que mis compañeros puedan sacar provecho. Yo ruedo con mucha prudencia, tomando muchas precauciones. El que está en forma sabe rodar con suavidad y sabe evitar las piedras punzantes. El que no quita ni un solo instante la vista del terreno sobre el que rueda pinchará menos veces que aquel que esté menos atento. Nunca ruedo en mitad del pelotón, donde puedes caer por el error de otro. O voy en cabeza o ruedo unos metros por detrás del último. Así evito muchos accidentes.”

     

       En 1914 vuelve a imponerse en el Tour, esta vez con sólo dos minutos de ventaja sobre Henri Pélissier. Su gran regularidad, clasificándose catorce veces entre los cuatro primeros, hace posible su éxito. Así lo relata Henri Pélissier:  “La etapa más dura del Tour, entre Bayonne y Luchon, iba a traer cambios. Había que subir el mismo día el Oschquis, el Aubisque, el Tourmalet, el Aspin y el Peyresourde. Unos 75 kilómetros de ascensión. Si yo hubiera tenido en esa época la experiencia de los años siguientes, habría ganado el Tour en esa etapa. Ataqué en el Aubisque, con un terrible esfuerzo. Sólo Oscar Egg me pudo seguir. Éramos jóvenes y no teníamos dudas, pensábamos en subir todos los puertos a la misma velocidad.  Empezando a subir el Tourmalet, el suizo desfalleció. Echó el pie a tierra. No le volvería a ver. Me sentía fresco y con fuerza y confianza. A 3 kilómetros de la cima, sufrí el desfallecimiento más brutal de mi carrera. Intenté continuar a pie, pero estaba tan exhausto que no podía tenerme en pie. Me tumbé en el suelo. Sufría no sólo físicamente, también moralmente. Vi pasar a Lambot, a Thys, mi rival directo en la clasificación general, a otros cinco o seis corredores que habían gastado menos reservas que yo. Pude terminar de subir el puerto a pie, tras estar tirado en el borde de la carretera unos 30 minutos. Me recuperé un poco en el descenso, pero en el Aspin, totalmente desfondado, agotado, me tiré otra vez al suelo y me quedé dormido. Me despertó Émile Georget: ¡Vamos, Henri, un poco de coraje! Algunos kilómetros después ya me había recuperado. Pasé de la posición quince en ese momento a la cuarta en Luchon, pero había perdido 31 minutos con Thys, que iba a encabezar la clasificación con 34 minutos de ventaja sobre mí, segundo. Rossius, que había empezado la etapa como líder, pasó a la cuarta posición. Girardengo abandonó.


       Desde entonces sólo una idea fija palpitaba en mi cabeza: recuperar mi retraso antes de París. En las siguientes etapas, cada vez que atacaba a Thys y le soltaba, él se aferraba desesperadamente, y sus cualidades eran grandes. En la última etapa de montaña, Ginebra-Belfort, volvió a descolgarse, pero sólo pude recuperar 2 minutos y medio. En la penúltima etapa se produjo un golpe de teatro: Thys, que había cambiado de rueda, abandonó la rueda rota en la ruta. Esta pequeña negligencia le costó 30 minutos de penalización.

     

       En la última etapa yo partía con 1 minuto y 50 segundos de desventaja sobre Thys. Yo estaba decidido a ganar. A Coeur-Bolant, a 15 kilómetros de París, demarré como un loco. Thys se quedó detrás. Yo estaba en cabeza, animado por gritos sin fin. Nadie esperaba lo que estaba pasando. Esperaban un pelotón compacto desfilando a ritmo de procesión turística y se encontraban con la última fase de una gran batalla. Cuando llegaba a una recta un poco larga, yo miraba hacia atrás para ver si la silueta de mi adversario surgía por detrás.  Durante varios minutos estuve sin duda en la cabeza de la clasificación general. Con una energía feroz, habría ganado de no ser por la multitud. En el puente de Saint-Cloud había tanta gente que estuve obligado a ralentizar, y poco después a echar pie a tierra. Mi voz no se oía entre los aplausos y los gritos. Me cogían de la mano para apretarla con frenesí. Un minuto cincuenta segundos… ¡Yo maldecía a estos amigos demasiado fanáticos que hubiera encontrado gentiles y simpáticos si se hubieran quedado en las aceras! Empujado de derecha a izquierda, asaltado por una flota de admiradores, mitad a pie, mitad sobre la bicicleta, pude llegar a la puerta del velódromo, pero no solo. Thys, Brocco y Rossius me habían alcanzado. Batí a mis tres adversarios al sprint. Philippe Thys, naturalmente, ganaba la prueba.”


       Thys, a pesar de estar a punto de perder el Tour por una decisión técnica, dice que “prefiero participar en las carreras disputadas en Francia porque son, en mi opinión, más regularizadas que en Bélgica. Los comisarios son más severos, los corredores están mucho más vigilados, más controlados durante todos sus hechos en carrera. No se deja pasar nada y todos deben respetar el reglamento.”

  •    Dos días después de su victoria, estalla la Primera Guerra Mundial. Thys se alista voluntario en el cuerpo de aviación belga, a pesar de lo cual tiene algunos permisos que le permiten imponerse en la París-Tours y en el Giro de Lombardía de 1917.

     

       Terminada la guerra, en 1919 es operado de una grave operación de estómago, pero se restablece a tiempo para disputar el Tour de Francia, que debe abandonar en la primera etapa. Un año después, Thys vuelve a imponerse en el Tour con casi una hora de ventaja sobre Hector Heusghem.

     

        “El rival que más me impresionó en mi carrera fue Petit-Breton. Era un fenómeno. También François Faber. Entre mis compatriotas, Odiel Defraye deslumbró en 1912. Espero ganar otros dos o tres Tours de Francia, y sobre todo, la Burdeos-París. Así podré considerar mi carrera como terminada. Faltó poco para que yo ganase la Burdeos-París de 1914, pero un dolor de bazo tan brusco como inexplicable me hizo abandonar. ¿Fue una reacción estúpida? Los participantes me adelantaban, yo les daba ánimos. Veinticinco minutos después llegó mi amigo Baugé. Yo todavía podía ganar, pero Baugé, creyéndome vacío, me dejó abandonar. Yo, que tengo tanta confianza en mi fuerza de voluntad, tuve un momento de debilidad. Pero me juré a mí mismo que eso no volvería a pasar.”

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