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PRINCIPALES VICTORIAS

  • Giro de Italia: 1 etapa
  • Dauphiné Libéré: 1983
  • Tour de Francia: 1986, 1989, 1990 - 5 etapas
  • Mundial: 1983, 1989

GREG LEMOND (1961)

  •    En 1978 Greg LeMond, con 17 años, anotó en un papel los objetivos que se marcaba inicialmente en el mundo del ciclismo. En esa nota escribe que quería ser campeón del mundo junior en 1979, vencer en los Juegos Olímpicos en 1980, ser campeón del mundo profesional en 1983, y ganar el Tour de Francia en 1986.

     

       Se proclama campeón del mundo junior en Buenos Aires 79, no puede competir en los Juegos Olímpicos de Moscú porque la invasión soviética de Afganistán provoca el boicot estadounidense, vence en el Mundial de Altenrhein de 1983, y finalmente se impone en el Tour de Francia de 1986. Casi falla en su predicción al ser subcampeón del mundo profesional en 1982.

     

       En 1987 su carrera se detiene. En abril, recuperándose de una fractura de muñeca tras una caída en la Tirreno-Adriático, sufre un accidente de caza en California, en las estribaciones de Sierra Nevada. Su cuñado, Patrick Blades, en su intento de cazar un pavo, ejecuta un disparo que acaba en el cuerpo de Greg LeMond, que se encontraba tras un arbusto. Patrick Blades, histérico, fue llevado al Roseville Community Hospital. Greg LeMond fue evacuado en helicóptero y se sometió a casi dos horas de cirugía en el Centro Médico Universitario de la Escuela Davis de Medicina de California. Según dijeron sus médicos, si el traslado se hubiera demorado media hora más probablemente no lo habría podido contar, la pérdida de sangre fue enorme, alrededor del 60% de su volumen. Dos costillas rotas, con multitud de perdigones alojados en su intestino, hígado, diafragma, espalda, pierna, pie y mano. Su pulmón derecho colapsó. Perdió casi 15 kg de masa muscular y pasó de 68 kg a 54. De esos perdigones, unos 30 no pudieron ser extirpados por el riesgo que suponía para Greg al estar cerca de órganos vitales.

     

       Dos años después. Durante la disputa del Tour de Trump de 1989, carrera con la que el empresario americano quería rivalizar con el Tour de Francia y que sólo se pudo disputar dos años al declararse Donald Trump en bancarrota, Greg LeMond queda sorprendido por las prestaciones en contrarreloj del velocista del equipo estadounidense 7-Eleven, Davis Phinney. Los ciclistas del 7-Eleven llevan incorporados en el manillar cuerno de vaca unos acoples Profile que ya se utilizaban en el mundo del triatlón. A LeMond no le convence su diseño y opta por otro modelo que estaba desarrollando Charley French para Scott Sports Bonne Lennon, con un reposabrazos más pequeño y más bajo, también más discreto. Disputada entre el 5 y el 14 de mayo, para LeMond es la carrera previa al Giro de Italia que comienza el 21 de mayo.

     

       Giro de Italia. 1989. Greg LeMond, tras casi dos años deambulando por el pelotón está a punto de dejar el deporte profesional tras penar por las cumbres montañosas italianas. En la etapa 13 con final en Tre Cime di Lavaredo LeMond pierde más de 17 minutos y no ve ninguna mejoría en su forma. Sin ninguna esperanza de volver a recuperar su nivel y a punto de dejar el ciclismo, su esposa Kathy le anima a terminar la carrera. Greg tiene también un hombre de confianza, el mexicano Otto Jacome. Campeón mexicano de peso medio en 1962, se fue a vivir a USA ese mismo año. En 1977 sus hijos empiezan a practicar ciclismo y conoce a Greg LeMond. En 1985 Greg le invita a trabajar como masajista durante la disputa de la Coors Classic. En el Giro de 1989, con LeMond en su peor momento, Otto le anima a ponerse una inyección de hierro intuyendo que es lo que necesita al ver su piel grisácea. “Greg se puso furioso conmigo porque él nunca se inyectaba nada, y le molestó mi sugerencia. Al día siguiente un médico del Giro se presentó para echarle un vistazo y le dijo lo mismo, que tenía un déficit de hierro. Le pusieron un pinchazo de hierro y vitaminas y al día siguiente Greg me dijo que se encontraba mucho mejor.”

     

        En la última crono de casi 54 km Greg logra la segunda plaza, superando a Fignon por 1 minuto y 18 segundos. Sin embargo, sin nada en juego, decide no utilizar los acoples en el manillar.

     

     

  •    1989. Tour de Francia. Greg LeMond parte en la última etapa del Tour, una contrarreloj de 24,5 km, con 50 segundos de desventaja en relación al maillot amarillo y gran favorito para la victoria final, Laurent Fignon. LeMond vuelve a utilizar los acoples, que ya ha utilizado en las contrarreloj anteriores.

     

       Sin embargo había muchas dudas sobre si esos acoples cumplían en ese momento los requisitos del reglamento de la Unión Ciclista Internacional, que decía que el manillar de la bicicleta debía ser de una sola pieza, y además ofrecían un cuarto punto de apoyo en lugar de los tres reglamentados. Antes de la primera contrarreloj larga de ese Tour, de 73 km entre Dinard y Rennes, José de Cauwer, el director del equipo de LeMond, el ADR, recorre muy temprano con una bicicleta en la mano los pasillos del hotel en el que se encuentra alojado el Presidente del Jurado Internacional de Jueces, Claude Jacquat. De Cauwer, que no quería que nadie más viese la bicicleta, llama a la habitación de Jacquat, un hombre con, al menos esa mañana, malas pulgas, que le abre la puerta vestido con un albornoz:

       -“¿Qué quieres a estas horas? ¿Estás loco o qué? Me has despertado.

       - Lamento mucho molestarle a estas horas, señor Jacquat, pero tengo aquí la bicicleta de Greg LeMond para la contrarreloj. LeMond tiene dolor de espalda y le hemos puesto esta cosa delante.”

       Jacquat dio como válidos los acoples. El equipo de Fignon, el Super U, pensó en presentar una queja formal, pero nunca lo hizo. De Cauwer piensa que “Nadie pensaba que LeMond se iba a mantener a ese nivel durante tres semanas.” Laurent Fignon no era muy partidario de los cambios, ya que había tenido problemas con un prototipo de un eje de pedalier de titanio Campagnolo que le había hecho caer y perder la Blois-Chaville de 1982. A pesar de que su director Cyrille Guimard había obtenido unos acoples para la crono final, Fignon no quería probarlos por primera vez en una contrarreloj tan decisiva. Si en la primera crono de 73 km sólo había perdido 54 segundos, no debía tener ningún problema para mantener el maillot amarillo. Lo que no sabía “El profesor” Fignon es que LeMond había tenido problemas con los acoples durante la primera contrarreloj, no estaban bien atornillados y se habían aflojado al inicio de la crono en una zona bacheada, no siendo su aerodinámica todo lo óptima que pudo ser. “Por alguna razón que se me escapa no presentamos una reclamación a través de Guimard. La bicicleta de LeMond , con cuatro puntos de apoyo, sillín, pedales, manillar y acoples, era totalmente revolucionaria pero totalmente prohibida por el reglamento. Los comisarios, que hasta entonces sólo aceptaban tres puntos de apoyo, cerraron los ojos, pero ese quiebro a la regla tendría consecuencias que yo no podía imaginar."

     

       Los ciclistas debían trasladarse en un TGV desde Lyon hasta París para disputar la última crono. Era el sábado 22 de julio.  En ese tren se encontraba Pedro Delgado: “Los ciclistas más importantes estaban en el primer vagón, incluidos LeMond, Fignon y yo. Cyrille Guimard también estaba allí. Estaba descorchando botellas de champán y vino a brindar conmigo. Me felicitó por ser tan buen adversario. Yo le dije que el Tour no había terminado, que quedaban 25 km y que LeMond podía recuperar algo de tiempo y que ellos podían tener algún pinchazo o algo. La carrera no se termina hasta que se cruza la línea de meta.” En cambio, Fignon no está tan contento como Guimard: “Le dije a LeMond que había sido una buena pelea. En mi interior todo había terminado, yo había ganado mi tercer Tour de Francia. Sin embargo, durante la etapa del día anterior yo había sentido un dolor muy vivo en el interior del muslo. Era un forúnculo situado en un lugar muy malo, justo debajo de la nalga, donde el coulotte roza con el sillín. No me asusté, pero debería haberlo hecho. En la última etapa en línea el dolor era tan grande que ni siquiera podía orinar para el control antidopaje. Caminar era un sufrimiento, sentarme un horror. La caravana debía tomar el TGV esa tarde y los comisarios tuvieron la amabilidad de esperar a que estuviésemos en el tren para proceder al control. No es necesario decir cuál era mi humor al bajar del tren. Entre decenas de fotógrafos y cámaras apenas podía avanzar. La 5, la antigua cadena en Francia de Berlusconi, siempre ávida de sensacionalismo, me pregunta sobre mi rechazo al control antidoping. Yo no tenía ganas de responder a una pregunta tan ridícula, el control se había desarrollado dentro de las formas requeridas. El periodista de la 5 insiste, demasiado para mi gusto. Agobiado por el ambiente yo escupí sobre una cámara que me impedía avanzar. Sin suerte, era una cámara de una televisión española contra la que yo no tenía ninguna queja. No fue una buena publicidad. Apenas dormí esa noche, sufría incluso sin moverme.”

     

       Finalmente, el domingo 23 de julio, LeMond, además de los acoples, lleva también un casco aerodinámico. La rueda trasera, lenticular. Fignon con dos ruedas lenticulares, sin casco, con coleta, sin acoples y con forúnculo. ¿Dos ruedas lenticulares? A algunos como Stephen Roche les pareció “un gran error, porque llegando desde Versalles las calles que hacían intersección producían vientos de costado, y en esas condiciones es difícil incluso atreverse a bajar la mano para cambiar de desarrollo por miedo a que una ráfaga de viento desplace la rueda delantera.” ¿Sin casco? Sin casco. ¿Por qué? Nadie lo sabe.

     

       “En el área de salida, LeMond y yo dábamos vueltas en un pequeño perímetro para calentarnos. Él no sabía que yo estaba mermado. No me miró ni una sola vez. La tensión era máxima. Yo no debía perder más de dos segundos por kilómetro. En los primeros compases era justo lo que yo perdía, dos segundos por kilómetro. Forcé todo lo que pude, apreté los dientes, intentando por todos los medios concentrarme en el esfuerzo olvidando el persistente dolor. En un momento determinado Guimard dejó de hablarme. No tenía indicaciones ni referencias. Era un mal síntoma. Me abstraje y rodé a tope, no podía ir más rápido. Cuando crucé la línea de llegada no podía ni respirar, necesitaba aire, había colapsado. No tenía ninguna información. Yo preguntaba pero nadie quería responderme. Insistía pero nadie tenía el valor de decirme a los ojos cuál era la realidad. Todos la conocían menos yo: había perdido. Por 8 segundos.”

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