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PRINCIPALES VICTORIAS

  • Omloop Het Volk: 1984, 1985
  • E3-Prijs Harelbeke: 1987, 1989
  • Tour de Flandes: 1988
  • París-Roubaix: 1990
  • Giro de Italia: 1 etapa
  • Tour de Francia: 2 etapas
  • Vuelta a España: 10 etapas

EDDY PLANCKAERT (1958)

  •    “En 1980 finalmente apareció en mi pasaporte… Ocupación: ciclista. Me convertí en profesional a tiempo completo. Correr con los profesionales fue extremadamente difícil, eran hombres adultos y despiadados. Era como si hubiera pasado del jardín de infancia a un trabajo en las profundidades de una mina de carbón. La diferencia era terriblemente grande, yo sólo era uno más entre muchos. Cuando rodaba junto a Moser, Hinault o De Vlaeminck ni siquiera me atrevía a saludarles. No podía creer que estuviera allí. Mi mayor placer fue estudiar a esa gente. Me ponía a su rueda y hacía lo que ellos hacían… Ponía el mismo desarrollo, bebía si ellos bebían, comía si ellos comían, incluso me sonaba la nariz si ellos lo hacían, tuviese mocos o no… Pensé que alguien con tanta buena voluntad y tanto talento natural como yo tenía que convertirse en un gran campeón en poco tiempo. Pero cuanto mayor es tu reputación entre los jóvenes, más se oponen a ti en el pelotón. Actúan de forma amistosa y fingen que te están ayudando, pero en realidad sólo piensan en tomar medidas enérgicas antes de que florezcas. No quieren que ganes, porque temen que crezcas demasiado y demasiado rápido.

     

       Debuté en la París-Roubaix, en 1981 y terminé decimotercero, pero me juré que ganaría esa carrera alguna vez. Para mí, vencer en la París-Roubaix era la realización de un sueño, más grande aún que la victoria en el Tour de Flandes. Es la carrera más bella que yo podía esperar ganar, estando el Tour de Francia fuera de mi alcance. Era la meta de mi trayecto.

     

       En 1982 iba en el grupo de cabeza en la París-Roubaix, y mis compañeros de fuga no eran gente común y corriente, pero pude vencerles al esprint: Raas, Moser, Hinault, Gregor Braun, De Vlaeminck. Al final, Dios sabe por qué, ¡dejaron que Raas se fuese por delante! Me sentí muy decepcionado. Se dice que un velocista lo tiene fácil… ¡Falso! Un velocista lo pasa mal. Si tú, como hombre rápido, participas en una fuga, nadie quiere cooperar contigo.

     

       En 1985 París perdí la París-Roubaix debido a una caída. Ganó Marc Madiot. Cuando él se fue yo todavía estaba en una posición bastante buena. Intenté saltar hacia él, pero Jef Lieckens se cayó delante de mi rueda y Madiot se escapó... ¡A diez kilómetros de la meta! Las victorias en las grandes clásicas no llegaban y los años pasan rápido para un corredor profesional.

     

       Al final del Tour de Flandes del 88 había cuatro PDM en el grupo de cabeza: Rooks, Dhaenens, Gert-Jan Theunisse y Van der Poel. A unos veinte kilómetros de Meerbeke, Van der Poel y Anderson se escaparon. Me sentí fresco como el agua, pero no me moví. Marc Sergeant nos acercó a setenta metros de los líderes, pero luego se le acabó el gas. Salté. Kelly quería venir, pero tuvo que rendirse. Llegué solo hasta los dos primeros y me sorprendió ver que Van der Poel se quedaba en el Bosberg. Después Phil Anderson lo intentó todo. Atacó, dio su vida para ganar. Realmente no puedo entender por qué no acepté lo que él me ofrecía: ¡Nueve millones! Sinceramente, le dije a Phil, mi excompañero de Panasonic, que lo iba a intentar. Él lo entendió. Fue un final increíble. Él siguió atacando. ¡Y cómo! Una vez pensé que había conseguido dejarme atrás. Y esa vez crucé la frontera por primera vez en mi vida… Cuando estás completamente agotado, cuando crees que vas a morir de cansancio… Entonces acabas en otra dimensión, de repente me pareció flotar sobre la carretera: cien metros más adelante estaba otra vez a la rueda de Anderson y sabía que le ganaría. Había llegado al escenario de los dioses. Salí de su rueda con una calma fría, a ciento cincuenta metros de la meta. En el momento en que pasé junto a él vi la imagen de la victoria de Walter frente a mí. Hacía doce años que mi hermano había ganado la carrera de su vida exactamente en el mismo lugar. Dicen que cuando mueres, ves la película de tu vida. En los últimos cincuenta metros del Tour de Flandes 88 vi todo lo que había pasado en mi vida. Y también veía constantemente la figura de Walter.”

  •    Es así como Eddy Planckaert se presenta en la París-Roubaix de 1988, junto a otras estrellas como Eric Vanderaerden, Laurent Fignon, Marc Madiot, Sean Kelly, Maurizio Fondriest o Adrie Van der Poel… Una escapada tempranera, que se produce a 225 kilómetros de llegar a las calles de Roubaix, condiciona el desarrollo de la prueba… Son trece hombres entre los que se encuentran dos compañeros de equipo de dos de los grandes favoritos para la victoria: Thomas Wegmüller, compañero de Kelly en el equipo Kas, y Dirk Demol, compañero de Planckaert en el equipo AD Renting. Otros buenos rodadores como Allan Peiper, al que Planckaert había acogido en su casa como uno más de la familia cuando el australiano se iniciaba en el ciclismo europeo, al que había llegado con una mano detrás y otra delante, o Gérard Veldscholten, hacen que la escapada siga su curso en un día soleado y con escaso de viento.

     

       Los trece escapados llegan a los adoquines con más de ocho minutos de ventaja. Bontempi, junto al canadiense Steve Bauer, aumenta el ritmo a la entrada al bosque de Arenberg, donde Eric Vanderaerden sufre una caída de la que no podrá recuperarse. Kelly también se cae a falta de 40 kilómetros para la llegada, y aunque alcanza pocos kilómetros después al grupo de Fignon y Van der Poel, sus fuerzas se verán muy resentidas. A falta de veinte kilómetros para Roubaix sólo dos hombres quedan en cabeza: Wegmüller y Demol… que tienen todavía casi dos minutos y medio de ventaja. Fignon realiza un ataque tardío, a 12 kilómetros de la meta. Alcanza a Marc Sergeant, que se había escapado un poco antes, y recoge los restos de la primeriza escapada: Veldscholten, Van Rijnen, Joho… Ya en Roubaix, un plástico se mete en el desviador de la bicicleta de Wegmüller y hace que el suizo no pueda cambiar de desarrollo en los últimos metros de la prueba. Es Dirk Demol quien consigue, en la Avenue des Nations Unies, su primera victoria como profesional tras ocho temporadas en la categoría: “Sabía que superaría al suizo en el esprint, Wegmüller no me preocupaba en absoluto. Había trabajado mucho en los pavés para llegar fuerte al final. Nuestra táctica era meter a alguien de nuestro equipo en cada escapada, pero yo trabajé para Hoste y Planckaert hasta que a 5 kilómetros de la llegada mi director me dijo que jugase mis cartas.”

     

       En 1989 Dirk De Wolf ataca a 59 kilómetros de Roubaix, en el tramo de adoquines de Bersée, secundado por el Panasonic Jean Marie Wampers. Eddy Planckaert y Gilbert Duclos-Lasalle reaccionan inmediatamente. Siete kilómetros después se unirán a ellos Edwig Van Hooydonck y Marc Madiot. La carrera se jugará entre esos seis ciclistas, nadie más conseguirá enlazar. Etienne De Wilde, Sean Kelly o Laurent Fignon, víctima de dos caídas y cuatro pinchazos, están fuera de combate. De Wolf ataca en el antepenúltimo tramo de pavés, a veinte kilómetros de la llegada. Duclos-Lasalle, Madiot y Planckaert, que sufre una caída, están llegando al límite de sus fuerzas, y sólo Van Hooydonck intenta poner en aprietos a De Wolf. Wampers, por su parte, tiene estrictas órdenes de su director deportivo, Peter Post, de permanecer al lado de Van Hooydonck, ciclista perteneciente al Superconfex de Jan Raas. Son los vestigios de una hostil obsesión entre ambos directores. Wampers, sin embargo, reacciona a tiempo ante la ineficacia de Van Hooydonck y lanza su ataque, alcanzando a De Wolf. Mucho más rápido, Wampers se impone con facilidad: “Si estuviera en el lugar de De Wolf, habría llorado. Pero así es la vida, ¿no?”

     

       En el invierno de 1990, el patrón de la empresa ADR, François Lambert, no regulariza algunos pagos en la Liga Velocipédica Belga, y los ciclistas no saben en febrero si podrán competir en esas condiciones. “Estaba tan angustiado -dice Eddy Planckaert- que dejé de entrenarme durante cerca de tres meses.” Planckaert decide volver con Peter Post a Panasonic con un objetivo en mente: ganar en Roubaix a sus 32 años. Ataca poco después de la salida del bosque de Arenberg, cuando aún faltan más de 90 kilómetros para la llegada. Su hermano Walter, director de equipo en el Panasonic se acerca para preguntarle qué demonios está haciendo… “Me dijo que estaba fuerte, que no podía quedarse quieto y que tuviésemos confianza en él.” Poco después se unen a él el francés Martial Gayant y el belga Kurt Van Keirsbulck… Su ventaja ante un pelotón de unas cien unidades nunca supera el minuto y Peter Post y su hermano le dicen que desista. Laurent Fignon ataca una y otra vez por detrás, pero los compañeros de Eddy se pegan a su culotte como lapas... Wampers, Olaf Ludwig o John Talen le demuestran la fortaleza de su equipo. Quienes sí consiguen alcanzar al trío cabecero, a pesar del viento en contra, son John Van den Akker, Edwig Van Hooydonck y Steve Bauer. El sexteto se mantiene compacto hasta la llegada al Carrefour de l’Arbre… El canadiense Bauer acelera y sólo Eddy Planckaert y Van Hooydonck pueden resistir, mientras sus acompañantes son alcanzados por Van der Poel, Talen, Duclos-Lasalle, Dhaenens, Wampers, Wegmüller, Museeuw... Wampers y Gayant se marchan y alcanzan al trío de cabeza dentro del velódromo de Roubaix, donde Van Hooydonck intenta sorprender con un largo sprint… Es superado en la última curva, con Bauer sobrepasándole por la zona inferior de la pista y Planckaert por la superior… Es un esprint violento, feroz, extraordinario… Albert Bouvet, uno de los responsables de la carrera, explica que “por primera vez en la historia de la París-Roubaix tuvimos que recurrir a la Photo Finish. Tuvimos que proyectar el fotograma en una gran pantalla para poder ver quién había ganado.” Eddy Planckaert es declarado vencedor… Unos milímetros le lanzan a la gloria del infierno.

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